viernes, 13 de julio de 2012

Sueño de un lobo (Inspirado/Relato)

Caía una solitaria noche, y me preguntaba: ¿Qué es la inspiración? La inspiración, es aquella voluntad, que nos eleva, más allá del universo. Es la visión de un ensueño, que nos lleva a distancias del mundo, más allá de donde cualquier cuerpo físico puede llegar. Es aquel motivo, que nos mantiene despiertos por las noches. Es cuando nuestra alma ha estado dormida un largo tiempo, y luego despierta enardecida. La inspiración, es el sentimiento más hermoso del mundo, que tiene relación también por el amor. Porque es un apego, una adoración por crear. Es un amor a lo que se le puede llegar a dar vida. Es un viaje emprendido a los sueños, donde todo es posible, donde no hay final. Y no hay algo más hermoso en la vida, que alguien en tu mundo, despierte aquella dulce, sublime inspiración. Cuando me siento así, me pierdo, en otras realidades, bellas realidades a las que me escapo. Realidades, en la que está nuestro mundo, y existimos, tú y yo. Donde no hay límites a sueño alguno, y todo es tan primorosamente irreal.
Entonces, todo comenzaba en un sueño. Estaba abrigado hasta los hombros por mis frazadas, en mi lecho, donde se escurrían las heladas. Donde a través del húmedo cristal, se observaba la rebosante e impecable luna llena dorada, en su totalidad, rodeada por unas cuantas nubes como niebla. Alrededor, surgía una hilera de tupidos pinos en caminos estrechos. Una colina, conformaba lo que restaba del ambiente. La silenciosa y misteriosa luna, parecía inducirme al sueño, cuando con ojos entrecerrados, comenzaba a imaginar. Y la tenía a ella en el alma, a mi inspiración, la dama de mis sueños, que por los días, me infundía todas las fantasías que llegaría a soñar en mi noche. Entonces, trasladándome a otra piel, a otro sentimiento, a mi realidad, me adentraba en el ensueño:
Estaba en el mismo ambiente, pero había despertado a una cierta distancia de mi hogar; una cabaña de madera añeja y solitaria, como mencioné. La soledad había sido mi compañera por bastante tiempo. Desperté, entre tierras húmedas. Había estado tendido, y débilmente me comencé a incorporar, inspirado por las fuerzas de la luna de mis anhelos. Entre la tierra fértil, una de mis garras se clavó, y en el reflejo del agua, vi unos ojos míos, intensamente amarillos, como el astro en el cielo. Mi rostro también, era el de una bestia, una bestia soñadora; era un lobo. Un lobo, gris, como el invierno, caminando en mis cuatro patas, con un rabo que se meneaba sigilosamente, y con un pelaje, terso y reluciente, acariciado por el viento, como las suaves caricias que da un ser amado. Mi alma era fiera, y decidida. Avancé, con la elegancia de un animal de la noche, que aúlla a la luna, desde húmedas cumbres en la noche, un animal solitario, soñador; algo que realmente me representaba, que era lo que llevaba por dentro.
Tras avanzar, rodeé mi hogar. Continuaba igualmente solitario. Tenía todo mi mundo por pasear, y con mi rabo meneado a los vientos, llegué hasta los densos bosques, de un verde oscuro nocturno. No se oía ni el susurrar de los animales; todo yacía en el absoluto silencio, como si el escenario hubiese sido preparado para mí, como si el bosque me hubiese recibido. Era el único animal entre la naturaleza de mi ensueño. De pronto, una cálida, blanca luz como la luz de la luna, o un resplandor de magia, iluminó mi sendero, conformando un camino. Avancé, con mis ojos intensamente amarillos, chispeantes. Recorrí el sendero en luz, y al final entre las sombras de los árboles, vi una silueta, inmensamente deslumbrante, una silueta femenina, delicada, formada con elegancia. Parecía atraerme hasta ella, y cada vez se desvanecía, guiándome, dejándome su luz como camino. Habiendo llegado al final entonces, llegué a un claro entre los bosques. Entre la hierba y la tierra, allí había una banca, azul, como el color al que se tornaba los cielos, en tardes solitarias y soñadoras. Aquella silueta de una luz destellante, estaba allí, sentada, muy elegantemente. Como lobo, me sentí cautivado, y lentamente, avancé hasta ella.
Lo sorprendente en mi sueño, fue que al momento de llegar hasta ella, tomé mi forma humana, y un halo de luz me envolvía, brillando en mí, tal como ella, como si fuésemos seres de luz, puros y pulidos por las estrellas y sueños. La observé entonces, y su sonrisa, se internó en mi ser, y deslumbró mi mirada. Era una sinceridad tan grande, que me enamoraba el alma. Ella se levantó entonces, con su perfecta figura excelsa, me observó amistosamente, y me extendió su mano. La tomé, emocionado, con un respirar agitado porque estaba deleitado en mi sueño. Cada segundo era un regalo, era la fantasía más maravillosa, a la vez tan silenciosa, en una sosegada noche. Al momento de rozar su piel, la banca, los bosques, los alrededores, y todo mi mundo se desvanecieron como un suspiro. Entonces, volví a despertar, dentro de otro ensueño, que a la vez, era el mismo.
Estaba cubierto por las frazadas, hasta los hombros, una vez más. Arrojé las mantas lejos, destapándome, descubriendo mi figura. Estaba en mi forma natural. Observé entonces, entre las ventanas, por donde entraba la sigilosa luz del interior. Las cortinas, se dejaban llevar por el viento, formando curvas fantasiosas. Frente al cristal de la ventana, teñido por el relente de la noche, había una figura de luz, la más hermosa: allí estaba mi inspiración, estaba ella, que era el motivo de mi sueño, otra vez deleitando a mis ojos. Sentí deseos de amarla, de protegerla por siempre, de que fuese mi inspiración cada noche. La observé, silenciosamente,  maravillado por su figura, y comprendiendo que ya estaba siendo tiempo de despertar, le ofrecí mis palabras, y pregunté:
-¿Cuál es tu nombre? –debía preguntárselo a la inspiración de mi mundo.
-Mariana –contestó ella, y enseguida, su figura se desvaneció, dejando a las cortinas tras ella mecerse con los vientos. Una inmensa satisfacción despertó en mí: Había que continuar soñando, y continuar siendo visitado por ella, que era quien le daba luz a mi mundo. Tenía el sentimiento más hermoso dentro, estaba inspirado de todo bello sentimiento. Ahora, no había noche más hermosa. Me abrigué con las frazadas, hasta los hombros, y dormí, para volver a perderme en sueños. Mi realidad era una espera diaria, para sumergirme en las noches de ensueño, donde sentía la presencia de ella. Pero mi realidad también era un sueño, con saber solamente, que ella, era parte mi mundo.
Sonreí, emocionado, satisfecho, recordando cuando estuve en el cuerpo de un lobo. Así era en mi interior; aullaba a la luna, llorando mis penas de amor, solitario en la cima de una cumbre, mientras en la noche me perdía en sueños, esperándola, a ella.

DarkDose

 

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