Un ensueño, un deseo por abrazar la vida. Vertiendo mi
inspiración en mi relatar favorito, en momentos que fantaseo, en estar contigo,
en esta abrigadora eternidad. Los edificios se alzan a lo lejos, el sol cae
débil. Mi mirada se va más allá del horizonte. ¿Sabes en quién pienso? Los
sabes, estoy pensando en ti, en cada momento. De la noche al día, te has vuelto
mi inspiración. Tu sonrisa, es lo que despierta a mi alma, me eres tan suave,
tan tierna, tan dulce… que me siento cautivado, soñado despierto en mis
ilusiones.
De aquellas cartas que ansío escribir, te dedico una cada
día. En mi pensamiento, hay mil cartas, que te dedico en mis simples palabras,
sinceras. En el sobre, está escrito tu nombre. Cuando el atardecer cae, me
invade un tierno dulzor. ¿Por qué, despiertas las ganas de vivir en mí? Como un
sabor de caramelo en mi boca, sonrío, sintiendo tu presencia tras mío. También
en el frente, en mis sueños, en todo lugar. Eres un mundo para mí, este mundo
somos ambos.
Como la sangre que corre por mis venas, me representas a la
sangre. En un sentido de vida, es que me representas tantas cosas… Las podría
juntar todas: los hermosos atardeceres, el chocolate en tus ojos, tus cabellos
color fuego o sangre, un montón de significados. Eres el impulso, que me lleva
a pensar en todas estas cosas, a sentirme inspirado, y a dedicar estas líneas.
Hoy estuve pensando, ¿Qué sería de la vida sin la inspiración? ¿Qué sería de la
vida sin el romance? Soy un romántico, y preciso de mi inspiración, de mi flor,
de mi musa, para regalarle las hermosas palabras que vienen a mi mente cada
día. Tú estás en mi mundo, eres a quien deseo apreciar siempre. Mis
pensamientos vuelan a ti en todo momento. Eres dulzor, eres una caricia, eres
una hermosa ave surcando los cielos… Tantas palabras que puede surgir, sólo por
lo que provocas en mí. Eres la intensidad de una llama, eres la luz abrigadora
de esperanza a mis ojos.
En pleno atardecer, estuve soñando en mis fantasías. De
pronto, me visualicé caminando por una calle, ancha, de pavimento acariciado
por los rayos del sol. La ciudad estaba teñida de un agradable naranja, y
ningún alma a excepción de la mía, transitaba por allí. Entonces, vino un
coche, a toda velocidad, surgiendo de algún lugar entre la lejanía. Mi corazón
latía agitado, con un gran sentimiento, sintiendo el cariño por ti. Entonces,
el coche viene a toda velocidad. Nadie lo maneja, quizás algún alma que se
esfumó con el atardecer, pero ahora el asiento delantero estaba vacío. El
coche, no se detiene ante nada, y en medio de la extensa calle, me arrolla,
entre las tiendas vacías, y la ciudad en atardecer, sin ninguna persona más en
ningún lugar, en el reducido espacio que pertenecía a mi fantasía.
Un charco de sangre queda sobre el suelo, que se desvanece
rápidamente. Me levanto, y el coche está detenido, destrozado, con humo
saliendo desde su parte frontal. Me observo un brazo, y no estoy sangrando,
pero me siento lastimado. Siento un intenso ardor, casi imperceptible a veces,
pero que volvía dolorosamente a ratos. Camino, lastimado, sintiendo como si
también hubiese debilitado mis piernas. Llego, arduamente, hasta una
enfermería, con una gran cruz roja marcada, que dejaba entrar todos los
abrigadores rayos del sol por la ventana. Sonrío, con esperanza, y ingreso.
Ella estaba allí.
Paso, y me recuesto sobre el impecable colchón para atender
a los pacientes, sólo había un colchón, y sólo había un paciente, que era yo.
El espacio era bastante reducido, y sólo había una pequeña mesa, con un florero
y una hierba. Tendido, algo débil, llega la enfermera. ¡Cuán deslumbrante era
la enfermera! ¡Era ella, la dama de mis inspiraciones, la más hermosa en el
mundo, ella era la enfermera! Sonreí, bastante aliviado, y ella llegó hasta mí,
para curar mis heridas.
-Muchas gracias… -señalé, conmovido.
Ella sonriendo amablemente, toma mi brazo, que no está
sangrando pero se siente herido, y lo venda, suavemente. Como por arte de
inspiración entonces, todo dolor en mi brazo desaparece. Y más tranquilo, y sin
dolor alguno, me quedo sobre la camilla, esperando. Bastante aliviado, con los
ojos cerrados y en paz. Ella me observa un largo rato, con sus ojos cafés, como
deliciosos chocolates. Me observa, con una sonrisa, con un profundo cariño, con
bastante ternura. Yo continúo durmiendo, hasta que despierto un segundo.
-Dame tu mano –le digo sintiendo bienestar, y le alcanzo mi
mano, y ella me da la suya. Con su mano tomada entonces, dejo mi brazo ahora
aliviado sobre mi pecho, y me pongo a dormir, sabiendo que ella se quedaría
allí, haciéndome compañía, en un eterno atardecer, que nunca se iría.
Cesando en mis fantasías, vuelvo a la realidad, con un
bienestar inmenso, una sensación muy agradable. Mi pecho está contento, el
atardecer brilla tras de mí, siempre acompañándome: es una de las cosas que más
me inspiran. ¿Te he explicado, dulce dama, lo que simboliza para mí aquella
etapa del día? Los cálidos rayos de sol te abrigan, suavemente, con cuidado,
como si quisiesen abrigar tu piel, brindándote una gran tranquilidad. Para mí,
tú simbolizas el atardecer, porque causas un efecto parecido en mi relajado
cuerpo. Eres tranquilidad, sosiego, bondad, amor… Hay tantos sentimientos, pero
el más grande, es que estoy enamorado de ti.
Como el tiempo pasa, continúo en mis fantasías. Sólo quería
que sepas, que tú eres, aquella dama que me brinda tranquilidad, que sana mi
mundo de toda herida. Este detallado y simple relato se llama, cruz roja.
DarkDose
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