miércoles, 25 de julio de 2012

La Estación de Bus (Inspirado/Relato)

Era un día tranquilo, todos los días eran así. Por la mañana, en la Estación de Bus, donde iban los jóvenes, a tempranas horas del día. Eran apenas las diez, cuando iban camino a los servicios de comedores, a tomar desayuno. No siempre se iba a la estación a abordar un bus, de hecho ellos nunca lo hacían. Quedaban de acuerdo para ir al lugar, sólo como punto de reunión, y pasar la tarde agradablemente. Ya era un destino establecido; siempre se reunían allí. El grupo estaba conformado por tres amigos de la infancia, que jamás se separaban. Drake, era el mayor, un chico con gusto por la música ruidosa, que permanecía bastante serio. Lucía, la chica del grupo, unos meses menor que el primero, era de clase alta, vivía en los sectores más acomodados, pero no abandonaba sus fieles amistades. El tercero, Pedro, era un chico modesto y normal, bastante amistoso, que tampoco jamás se separaba de sus amigos, y era bastante fiel a ellos.
Pasaban frente a la boletería, pero no la necesitaban. Entonces seguían su camino hacia las escaleras mecánicas, donde tomaban un atajo hacia los comedores. Pedro iba bastante fatigado. Sentía la hambruna en su estómago quemar. Llevándose una mano, mientras caminaban agobiado, dijo:
-Vaya, esta hambre me mata. ¿Alguien trae suficiente dinero? Creo que ordenaré dos bandejas llenas…
Observó a Drake entonces de lateral.
-Traigo unas monedas… -contestó Drake sin esbozar expresión alguna, con la mirada al frente.
-Si les falta dinero, yo pondré lo que necesitan, no se preocupen –respondió Lucia sonriendo bastante amigable. Jamás permitía que se pasaran, en cuanto al dinero que necesitaban. Pero si faltaba apenas algún centavo, ella lo ponía. Después de todo, se sentía casi obligada a ser atenta con sus amigos, pues les tenía un gran cariño y siempre había sido protectora.
Buscaron una mesa, y se acomodaron. Llegaron las bandejas entonces. Drake se perdía con la mirada, más allá de las ventanas, donde caía la mañana en su envoltura blanca, como niebla. Afuera el clima estaba un poco frío, pero en los comedores había calefacción. Él como siempre, estaba un poco separado, Lucía y Pedro tenían las sillas juntas. Pedro había ordenado dos hamburguesas inmensas, que ahora devoraba. Drake tenía su bandeja frente a él, pero la hacía a un lado; después de comer algunas patatas fritas, ya no se sentía con hambre ni con ánimos.
-¡Vaya comida! –expresó Pedro luego de haber terminado, con el estómago más que lleno. Lucía miraba con atención a Drake, que parecía distraído. Estaba perdido en sus pensamientos.
-¿Y ahora qué haremos? –preguntó Pedro. Drake continuaba abstraído. Respondió, casi sin prestar atención:
-No lo sé, creo que ahora vamos a los videojuegos.
-Bueno –contestaron ambos.
Llegaron hasta los videojuegos, o se iban acercando, pero Drake continuaba con una incómoda sensación, que no expresaba en su mirada. Sentía como, si la oscuridad se fuer a apoderando de un rincón de su mente. Veía como si su vista se nublara, pero esto lo desconcertaba. Se preguntaba por qué sentía esto, entonces recordaba. Cada vez que sucedía algo lo bastante malo, él era lo bastante sensible como para presentirlo. Siempre había tenido aquella cualidad, que guardaba en silencio. Era como una especie de cualidad, de sentir con anterioridad el augurio de lo que iría a suceder. Y ahora, después de tantos años sin despertar, esta sensación se sentía más intensa. Algo muy malo estaba a punto de suceder, pero, nada parecía enlazar. ¿Por qué sucedería algo malo? Estaban en la estación del bus, donde raramente pasaba algo, y estaba en su grupo de confianza, con sus amigos. Pensaba quizás, si se iría a equivocar alguna vez. Pero su estremecedora sensación jamás le había mentido.
La última vez, había sido cuando pequeño. Él debía haber tenido unos diez años. Estaban en navidad, junto al árbol decorado. Sus padres habían salido por los regalos, de compras. Entonces, él se había quedado a solas con su pequeño primo, de unos cinco años. Recordaba que estaban jugando, y entonces, aquel oscuro vaticinio lo dominó. La incómoda sensación se apoderó de él, sin saber qué ocurría, ni por qué sentía aquello. Pero lo cierto, es que se había paralizado, y se había distraído de la realidad, y no podía continuar jugando con su primo. Al lado de ellos, había una chimenea. Su primo había estado jugando con unos coches de juguete. De pronto, la sensación se intensificó, y sólo alcanzó a contemplar, a su primo de pie, balanceándose con los coches en mano, como si hubiera estado mareado. Segundos después, estaba ardiendo ya dentro de la chimenea. Oyó el estruendoso abrir de las puertas, y entraron las siluetas de sus padres. Sacaron con prisa desesperada a su primo desde la chimenea, y allí acababan sus recuerdos. Lo único que tenía en mente, es que la sensación la había sentido antes, y así se había desarrollado.
Lógicamente, en aquel momento le había dado un inmenso escalofrío ver arder a su primo en las llamas de la chimenea. Pero ahora, aquellos recuerdos parecían lejanos. Estaba demasiado alejado de la realidad, y sentía cómo sus amigos le hablaban y lo remecían, y él no contestaba. Entonces, como un cable a tierra, tuvo que reaccionar, para volver a estar consciente.
-¡Drake! –lo remecía Pedro- Tenías la vista ida, ¿Qué te sucedía?
Drake titubeó.
-¿Yo? Eh, nada…
-¿Estás seguro? –le preguntó Lucía preocupada. Drake asintió, entonces ambos comenzaron a calmarse.
Pero volvió a abstraerse en sí mismo. Escuchaba luego, como si estuviera a bastante distancia, a Pedro con silenciosa voz murmurando:
-Lucía, ¿Tienes dinero para más fichas?
Estaba jugando a un videojuego. Drake contemplaba la pantalla, y sentía como si las luces le hiciesen doler los ojos. Sintió como si sus pupilas se adentraran en la pantalla, y se comenzó a sentir cegado. Le dolió la cabeza fuertemente, hasta que comenzó a declinarse, y cayó al suelo, desfalleciendo. Seguidamente, contempló los rostros borrosos de sus amigos, ante su mirada, intentando ayudarlo.
Despertó, desorientado, perdido en algún lugar. Lo rodeaban montones de cables, y las máquinas de videojuegos emitiendo luces y sonidos, pero ya no había nadie allí. Todo el lugar estaba abandonado. Recorrió, saliendo de aquella sección, pasando por los comedores, pasillos, y otros lugares, comprobando también que toda la estación estaba abandonada. A través de las ventanas del segundo piso, contemplaba hacia afuera, mirando que todavía pasaban automóviles, y todo transcurría con normalidad. Pero si iba hasta las puertas de entrada de la estación, éstas estaban cerradas. No había salida, y estaba atrapado en el sector.
Era una pena. Aquel juego de luchas le gustaba bastante, pero se había sentido demasiado mareado como para reaccionar. Ahora desconocía qué había sucedido. Toda la estación estaba vacía. En sus sueños alguna vez, había anhelado, cómo había quedado vacía, sólo para él. Pero la realidad era muy distinta a los sueños; ahora era escalofriante. Porque en el fondo, no había personas. Y como no las había, estaba solitario ahora y nada funcionaba.
Recorrió la estación. Pasó por los corredores, y por el sector donde partían los buses. Todos los buses estaban allí, sin embargo, no había movimiento alguno. Parecía que todos habían llegado ahora, para estar distribuidos en hilera. Parecía que alguien los había dejado así. Pero ahora, hasta el último rincón estaba abandonado. Drake ya comenzaba a sentir escalofríos. ¿Cómo podían haber desaparecido todos de un momento a otro?
Pasó por unos de los corredores, que llevaban hasta unas amplias escaleras, que conducían al segundo piso principal. Había una silueta, retorciéndose a un lado. Parecía tener un bolso. Drake, desconcertado, avanzó lentamente con cautela. Creyó distinguir aquella sombra. Con voz bastante dudosa, murmuró:
-¿Lucía, eres tú?
La sombra se volvió rápidamente hacia él, y se le precipitó encima. Drake extendía sus brazos, para retener los de ella, que se apegaba a él, y le observaba el rostro, que estaba distinto. Tenía sangre en su boca. Y se acercaba a su rostro, dando furiosos gruñidos. Drake de pronto, estaba quedándose sin fuerzas, pues recién venía despertando del desmayo, y estaba algo cansado. La silueta de Lucía, algo distorsionada en apariencia, parecía empeñada en hacerle daño. De pronto, Lucía se quedó quieta, con una mirada furiosa aún, y Drake sin fuerzas, también quedó inmóvil. Bruscamente entonces, Lucía acercó su rostro al de él.
Lo besó. Fue un beso profundo. La lengua de Lucía, se desplegó desde su boca, como una víbora, y se escurrió entre los labios de Drake, alcanzando suya lengua. Apretaba sus labios contra los de él, con furor. Drake sintió un gran calor. Lucía tenía todo su cuerpo encima contra él, y lo tenía atrapado. Lo continuaba besando y moviéndose, y así pasaban varios minutos. No se despegaba de él. Drake ya comenzaba a sentir sus labios y su lengua cansada.
Finalmente Lucía se alejó, y se saboreaba la saliva que le había quedado entre los labios con la lengua. Drake sentía que aquel beso le había llegado hasta lo más profundo de su ser. Observó cómo, Lucía aún llevaba su bolso, pero estaba bastante destartalado. Tenía un rostro deformado por la ira ahora. ¿Qué diablos le había pasado? Se preguntaba.
-¿Lucía, qué te sucedió?
Pero Lucía no contestaba. Sólo emitía gruñidos. Drake entonces la tomó firmemente por el brazo, y pensó en sacarla de allí. ¡Qué iban a pensar sus padres! Se horrorizaba. Pero Lucía oponía resistencia. Tiró firmemente de su brazo, hasta quedarse libre. Y entre gruñidos extraños y miradas de ira, se alejó, escondiéndose entre la oscuridad. Drake se resignó a seguir entonces.
-Debo estar bastante drogado como para estar teniendo un sueño así… ¡Ya sé! Me he quedado dormido en los comedores de servicio… ¿Hace cuánto que no me drogaba? ¿Qué demonios me he metido dentro? –se preguntaba eternamente, mientras se internaba en la luz verdosa que provenía de la estación de buses. El terminal.
Caminó un tiempo más, entre gruesos cables y plataformas verdosas. Tantas veces había venido al terminal. Antes, solía venir con su familia. Luego de haber crecido, solía venir habitualmente con sus amigos. Tenía algo de fatiga, porque no había comido nada en los comedores. A la distancia, contempló finalmente a Pedro, cuando ingresó a otro sector. Allí estaba, con ojos que parecían estar por salírsele, con la mirada pegada a la pantalla del videojuego. Estaba jugando aquel juego de luchas, que le agradaba a ambos. Drake se acercó curioso.
-¿Qué diablos estás haciendo? –le preguntó.
-¿Tienes más fichas? –le preguntó Pedro frenético y saltando.
-Vaya, estás mal amigo… -observó con deterioro Drake.
-¡Dame más fichas! –exclamó Pedro, y se abalanzó sobre él, tirándolo al piso- Sé que tienes más fichas, por ahí –añadió. Le comenzó a registrar los bolsillos de la chaqueta.
-¡Quítate de mí, imbécil! –respondió alterado Drake, y le dio un puñetazo que lo hizo retroceder. Le rompió las narices. Pedro insistía:
-¡Se me acabará la partida! Necesito más fichas… -y se volvía a lanzar contra Drake. Lo iba a devorar. De pronto, abrió una descomunal boca. ¿Qué demonios?, se preguntaba Drake. ¿Desde cuándo podía abrir tanto su boca? ¿Qué le estaba pasando a la realidad, que se veía trastornada?
Le dio un nuevo puñetazo, para hacerlo retroceder. Pedro se abalanzaba sobre él y le quería clavar los dientes. Pero Drake supo que no había caso. Sacó una moneda de su bolsillo, y se la arrojó.
-Ahí tienes una ficha –le dijo.
-Gracias –respondió Pedro entusiasmado. Pero luego la observó, y se decepcionó-. Oye, esto no es una ficha, ¡Es una moneda!
-Pues… -titubeó Drake- No tengo más.
-¡No importa! –respondió Pedro fuera de sí, sonriendo perturbadamente, y le dio las espaldas, retirándose apresurado. Añadió:
-Con esta moneda tomaré el bus, ¡Sí! Y me largaré de este lugar… Ya tengo un poco de hambre, quiero llegar a mi hogar.
Drake lo miró impresionado. El pobre había perdido toda la cordura. A través de una ventana, lo vio subirse a uno de los buses que estaban ordenados en hilera. No supo cómo rayos lo hizo, pero Pedro encendió el motor, y partió, echando marcha atrás. Partió, tan atropelladamente, que chocó contra los portones de lata, y los echó abajo. Pero no salió del terminal. Los destrozos de los portones impedían que saliera el bus. Se quedó allí, pataleando y sollozando, una vez debajo de la máquina, como un desquiciado.
Drake avanzó. Ahora el último que faltaba por volverse loco, era él al parecer. ¿Qué rayos había pasado en el terminal? Primero Lucía, luego Pedro… Continuó avanzando. Llegó hasta la planta más alta. Allí, había un techo altísimo, que sólo se alcanzaba con la mirada, y estaba lleno de cristales que daban la vista afuera. Allí, solía haber tiendas. Ahora estaban todas cerradas. No había persona alguna.
Llegó Lucía hasta el lugar, sedujo a Drake hasta un rincón, y comenzó a besarlo nuevamente, acariciándole el rostro y subiéndole la pierna descubierta por sus caderas. Drake no podía evitar no sentirse estimulado. Aquellas caricias de Lucía, lo incitaban. Pero de alguna forma, su lengua, como la de una víbora, le causaba repulsión.
Lucía llevó su mano, hasta aquella parte de Drake. Y pretendió hacerle una caricia. Pero Drake se asustó, y alejó su mano rápidamente. Lucía era su amiga, ¿Qué le pasaba?
Ella lo miró decepcionada, y se alejó. Se perdió con su bolso por el terminal, y su sombra se desvaneció a lo lejos. No volvió a aparecer.
En la altura, hasta donde llegaba el techo, Drake levantó la mirada. Porque se había sentido observado. A medida que recorrió este nuevo lugar del terminal, y avanzaba, contemplaba hacia arriba. Y veía unos grandes bultos negros. De pronto, de aquellos cuerpos, se desprendieron unas grandes alas. Y se desplegaron, y comenzaron a batirse. Y las figuras se desplazaron por sobre su cabeza. Drake estaba atontado.
-¿Gárgolas? –se preguntó extrañado. Tenía algo de espanto. Las gárgolas pasaban por encima de él y con sus garras hacían el intento de pasarle a llevar la cabeza. Querían desgarrársela, o degollarlo. Drake se sintió en peligro. Corrió hacia un lugar seguro, y continuó observando a las gárgolas revolotear.
-Mamá, te extraño… -se dijo de pronto. ¿Por qué había dicho eso? ¿Por qué extrañaba a su familia? Estaba volviéndose loco.
-Vaya, esta vez sí que me metí algo bien fuerte… -se decía, refiriéndose a las drogas.
Una gárgola, mucho más despierta que las otras, pasó por encima de él, descubriéndolo en su escondite, y le desgarró la cabeza con las garras de sus pies. Saltó un chorro de sangre. Sin embargo, Drake no había sentido nada, pero se inclinó hacia el suelo, arrodillándose. Entonces sintió un intenso dolor. Pero era como un mareo, un mareo según él, que pensaba que le habían causado las drogas. Pero no recordaba haberse drogado aquella mañana.
-¿Y si esto es un sueño? –se preguntaba.
Como sea, pero Drake supo que cayó inconsciente luego de que la gárgola le desgarró la cabeza. Entonces, despertó en otro lugar del terminal, y ya estaba de pie. Se contempló, y se llevó una mano a donde había sido herido: Ya no tenía herida alguna, ya no sangraba. A lo lejos, oía a Lucía y a Pedro viciarse en la máquina, en el juego de luchas. Drake comenzó a caminar. ¿Empezaría todo de nuevo?
¿Por qué estaba atrapado en el terminal? Tenía algo de sueño. Y estaba mareado. Sea lo que sea, que estaba convencido que se había echado, nunca lo volvería a hacer. Pero cada vez volvían a ocurrir, y volvían de nuevo a ocurrir más sucesos extraños en el terminal. Y si desfallecía, volvía a empezar. Estaba atrapado en lo mismo, en un lapso infinito. No había caso en sentir terror, porque sabía que no iría a despertar.
¿Pero cuándo su realidad se había transformado en esto?
A lo lejos vio a Lucía junto a Pedro besarse apasionadamente. Quizás, él iría hasta donde Lucía, y la desnudaría. En cierta forma, quería aprovechar esta experiencia que se iría a hacer eterna. Su alma, su consciencia o su mente estaban atrapados en el terminal por siempre. Sí, desnudaría a Lucía y probaría su cuerpo. A Pedro lo podía hacer a un lado. Luego de que se cansara, podía empezar otra vez. Y si las criaturas de su imaginación delirada, también lo mataban, despertaría de nuevo, otra vez en algún otro lugar, del mismo lugar.
-Ah… -dijo con desgano. Qué aburrido. Si iba a estar allí por siempre, por lo menos, debía hacerlo divertido, debía hacerlo grato. Llegó hasta donde Lucía y la violó. Pedro lo observaba, con ojos que parecían a punto de estallarle.

DarkDose


 

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