sábado, 14 de diciembre de 2013

El último despegue (Inspirado/Relato)

En la mañana, Nicole estuvo buen rato contemplando el pequeño retrato que tenía del antiguo novio. Tocaba el cristal, y una lágrima caía por su mejilla. La imagen mostraba a un chico de aspecto bueno, con una chaqueta negra y un perro Bulldog al lado, ante el parque de fondo. Aparecía sonriente. Pero para Nicole, revivir los recuerdos que tenía de él, era recoger rescoldos agrios de su corazón. Sentía ciego rencor al verlo.
Pronto debía trabajar. Levantó la bandeja del desayuno para prepararse. Antes de salir, uniformada, dio una última mirada al apartamento. Entonces cerró la puerta.
Al mediodía soleado, luego de disponer las pertenencias para su viaje, el joven abandonó su hogar y puso llave. Tras ello fue a despedirse de la mascota. Depositó la maleta al lado, y se inclinó ante el baboso perro, que agitaba su rabo.
—Llegó la hora de irme, Pablo. No te preocupes, te dejo alimento y agua. Quedas a cargo de la casa.
El Bulldog miró a su dueño hasta que éste desapareció. En la calle llamó un taxi. El chofer echó el equipaje dentro del maletero, y una vez a bordo le preguntó a dónde se dirigía.
—Al aeropuerto —dijo el muchacho.
En el aeropuerto, sintió el rugir de aviones despegando, encontró cantidad de gente y embaló sus pertenencias. Dio un vistazo al tablero de vuelos. Viajaba por motivos de trabajo, pero además, para alejarse de la rutina, respirar nuevos aires.
Una hora después abordaba el avión. Caminó por el pasillo hasta su puesto. Sentado, miró por la ventana largo rato. Le fascinaba el paisaje verde previo al arranque. Abrió el periódico; una noticia llamó su atención, luego se levantó para ir al servicio. Tras regresar, volvió a sumergirse en la ventana, sin el mismo interés. Llevó la vista al pasillo; había una azafata de espaldas.
Era atractiva, con su gorra de las aerolíneas, la pronunciada falda azulada… No resistió los deseos de hacerle un cumplido.
—Por volar tan cerca del cielo aparecen ángeles.
La azafata volteó para sonreír ante las palabras. Al verle el rostro, el joven quedó perplejo. La mujer desparramó la bandeja; una expresión de odio dormido se reflejó en sus pupilas. No era casualidad. El individuo, nervioso, se excusó y escapó al baño.
En la intimidad, ante el espejo enfrentó sus inquietudes. Sudaba. No podía ser posible, se decía, haberla encontrado a ella aquí. Era demasiada coincidencia. Se dejó caer al suelo con la cabeza tomada, mientras revivía todo su pasado. Nicole, de quien había sido pareja, era la azafata. Evocó con angustia cuando ella vino a Chile; él estaba metido en un negocio de drogas al que la obligó a entrar. Todo culminó de mala forma; la banda apresada, y Nicole, luego de la terrible experiencia auspiciada por él, volvió a su tierra, Panamá, con un resentimiento irremediable. Él por suerte había quedado libre de cárcel. Ahora, debía pensar una idea para salir de esta situación. Alguien tocó la puerta, no abrió.
La desesperación se apoderó de él. No, nunca imaginó encontrarla, después de cómo la dañó. ¿Habría ella olvidado? Imposible, lo había reconocido con la mirada cargada de ira.
Se efectuó un anuncio general: “El pasajero que está encerrado en el baño salga por favor”. No prestó atención. Se repitieron golpes en la puerta. Temblaba, no dejaría entrar. Apagó la luz, y se quedó en un rincón, abrazado a sus rodillas, como un niño que espera el término de la pesadilla.
Despertó, la ampolleta estaba encendida. Halló a Nicole en la puerta. Él nunca la había olvidado, ella menos a él. Tenía una cuchilla en mano y expresión de furia sin límites.
— ¿Te acuerdas ahora de lo que me hiciste? —dijo lentamente, con su acento.
Él reconstruía cada fragmento del pasado: la vez que ella visitó Chile; cuando la obligó a entrar al negocio de drogas, el sufrimiento que ella pasó, la herida indeleble en su memoria, el malestar que nunca pudo expresar y su salida furtiva del país. Incluso había visto la noticia en el periódico que leyó en su asiento.
El avión tuvo un estremecimiento, la oscuridad invadió el cuarto. Tras aclararse, el espejo mostraba marcas recientes. Nicole, temblando, sostenía la cuchilla roja de sangre. Lo había hecho, su aversión ya podía dormir.
—Lo tenías merecido, Francisco, por ser un miserable conmigo.


DarkDose
















15/12/2003: Este relato lo escribí hace un mes aproximadamente, para el taller literario. Trata sobre Nicole, aquella mujer inexistente que otra vez se interpone en mis letras.

1 comentario:

  1. Chico, tienes futuro en el campo literario.
    P.D: Felicidades por tu graduacion

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