En la mañana, Nicole
estuvo buen rato contemplando el pequeño retrato que tenía del antiguo novio. Tocaba
el cristal, y una lágrima caía por su mejilla. La imagen mostraba a un chico de
aspecto bueno, con una chaqueta negra y un perro Bulldog al lado, ante el
parque de fondo. Aparecía sonriente. Pero para Nicole, revivir los recuerdos
que tenía de él, era recoger rescoldos agrios de su corazón. Sentía ciego
rencor al verlo.
Pronto debía trabajar.
Levantó la bandeja del desayuno para prepararse. Antes de salir, uniformada,
dio una última mirada al apartamento. Entonces cerró la puerta.
Al mediodía soleado,
luego de disponer las pertenencias para su viaje, el joven abandonó su hogar y
puso llave. Tras ello fue a despedirse de la mascota. Depositó la maleta al lado,
y se inclinó ante el baboso perro, que agitaba su rabo.
—Llegó la hora de irme,
Pablo. No te preocupes, te dejo alimento y agua. Quedas a cargo de la casa.
El Bulldog miró a su
dueño hasta que éste desapareció. En la calle llamó un taxi. El chofer echó el
equipaje dentro del maletero, y una vez a bordo le preguntó a dónde se dirigía.
—Al aeropuerto —dijo el
muchacho.
En el aeropuerto,
sintió el rugir de aviones despegando, encontró cantidad de gente y embaló sus
pertenencias. Dio un vistazo al tablero de vuelos. Viajaba por motivos de trabajo,
pero además, para alejarse de la rutina, respirar nuevos aires.
Una hora después
abordaba el avión. Caminó por el pasillo hasta su puesto. Sentado, miró por la
ventana largo rato. Le fascinaba el paisaje verde previo al arranque. Abrió el
periódico; una noticia llamó su atención, luego se levantó para ir al servicio.
Tras regresar, volvió a sumergirse en la ventana, sin el mismo interés. Llevó
la vista al pasillo; había una azafata de espaldas.
Era atractiva, con su
gorra de las aerolíneas, la pronunciada falda azulada… No resistió los deseos
de hacerle un cumplido.
—Por volar tan cerca
del cielo aparecen ángeles.
La azafata volteó para sonreír
ante las palabras. Al verle el rostro, el joven quedó perplejo. La mujer
desparramó la bandeja; una expresión de odio dormido se reflejó en sus pupilas.
No era casualidad. El individuo, nervioso, se excusó y escapó al baño.
En la intimidad, ante
el espejo enfrentó sus inquietudes. Sudaba. No podía ser posible, se decía,
haberla encontrado a ella aquí. Era demasiada coincidencia. Se dejó caer al
suelo con la cabeza tomada, mientras revivía todo su pasado. Nicole, de quien
había sido pareja, era la azafata. Evocó con angustia cuando ella vino a Chile;
él estaba metido en un negocio de drogas al que la obligó a entrar. Todo
culminó de mala forma; la banda apresada, y Nicole, luego de la terrible
experiencia auspiciada por él, volvió a su tierra, Panamá, con un resentimiento
irremediable. Él por suerte había quedado libre de cárcel. Ahora, debía pensar
una idea para salir de esta situación. Alguien tocó la puerta, no abrió.
La desesperación se
apoderó de él. No, nunca imaginó encontrarla, después de cómo la dañó. ¿Habría
ella olvidado? Imposible, lo había reconocido con la mirada cargada de ira.
Se efectuó un anuncio
general: “El pasajero que está encerrado en el baño salga por favor”. No prestó
atención. Se repitieron golpes en la puerta. Temblaba, no dejaría entrar. Apagó
la luz, y se quedó en un rincón, abrazado a sus rodillas, como un niño que
espera el término de la pesadilla.
Despertó, la ampolleta
estaba encendida. Halló a Nicole en la puerta. Él nunca la había olvidado, ella
menos a él. Tenía una cuchilla en mano y expresión de furia sin límites.
— ¿Te acuerdas ahora de
lo que me hiciste? —dijo lentamente, con su acento.
Él reconstruía cada fragmento
del pasado: la vez que ella visitó Chile; cuando la obligó a entrar al negocio
de drogas, el sufrimiento que ella pasó, la herida indeleble en su memoria, el
malestar que nunca pudo expresar y su salida furtiva del país. Incluso había
visto la noticia en el periódico que leyó en su asiento.
El avión tuvo un
estremecimiento, la oscuridad invadió el cuarto. Tras aclararse, el espejo
mostraba marcas recientes. Nicole, temblando, sostenía la cuchilla roja de
sangre. Lo había hecho, su aversión ya podía dormir.
—Lo tenías merecido,
Francisco, por ser un miserable conmigo.
DarkDose
15/12/2003: Este relato lo escribí hace un mes aproximadamente, para el taller literario. Trata sobre Nicole, aquella mujer inexistente que otra vez se interpone en mis letras.
Chico, tienes futuro en el campo literario.
ResponderEliminarP.D: Felicidades por tu graduacion